sábado, 5 de noviembre de 2011

MARIPOSAS EN EL ESTÓMAGO.


Ella sentía el ardiente sol impactando de lleno sobre su desnudo cuerpo. El calor que eso le provocaba hacía que su frente se perlara de sudor. Sudaban su cuello, sus axilas, su espalda; de sus pechos suaves y hermosos resbalaban también gruesas gotas de sudor, su vientre tenso sudaba y su ombligo se encharcaba con el líquido tibio y aceitoso que brotaba de sus poros, que en ese pozo perfectamente redondo formaba un mar que se bamboleaba sutilmente al ritmo de ese cuerpo en el que estaba contenido. A pesar del calor, ella no entendía por qué entre sus piernas hacía tanto frío. Sus ingles también sudaban, le sudaba la vida y le sudaban miles de razones que pese al número no le alcanzaban para comprender qué era lo que estaba sucediéndole. Estaba aturdida aún. Apretó los ojos fuertemente obligándose a hacer memoria, recordó de golpe el momento en el que el pequeño niño se había acercado a ella en el parque donde, desde hacía una semana, se sentaba a la hora de comer para consumir su fruta picada y el yogurt que día con día transportaba en una bolsita de plástico y que en ese descanso de la jornada laboral disfrutaba, siempre en la misma banca junto al frondoso árbol que proyectaba su acogedora sombra justo encima de ella.

Extrañaba en estos momentos esa sombra fresca y reconfortante, el calor del sol le quemaba ya la piel. “Me arde” — pensó — pero era más fuerte su deseo de recordar cómo es que estaba en esa situación; el sudor continuaba escurriéndole por la tersa piel. Ella era una mujer joven y fuerte; había estado alguna vez embarazada pero a tiempo decidió no tener al bebé. Su futuro promisorio en el equipo de atletismo de la Universidad y el desentendimiento del que hubiera sido el padre fueron las dos razones que le llevaron a decidirse. Como atleta, cuidaba mucho su alimentación, se sabía atractiva y atlética, una mujer vigorosa; quizá por esa condición física continuaba soportando, casi sin cansancio, el continuo tránsito de ese algo frío hacia el interior de su cuerpo. El calor del resto de su ser contrastaba con el frío que su sexo experimentaba; sentía ardiendo los labios de la boca, pero helados los de la vulva.

— ¿Me llevas a mi casa? —, recordó con los ojos apretados que era lo que le había pedido el pequeño esa tarde.
— ¿Y tu mamá? —, le preguntó ella al niño, obteniendo por toda respuesta un inocente “no lo sé”.

La ternura con que se vio solicitada fue más fuerte que su prudencia y cediendo al primer impulso se levantó de su banca y le pidió al niño que le dijera dónde vivía.

— Es allá, cruzando la calle —, señaló el pequeño.

Ambos se encaminaron hacia donde el niño había indicado. Llegando, se encontró con un enorme portón negro altísimo, que a esa hora del día estaba convenientemente abierto. El niño se adentró jalándola de la mano y una vez dentro el portón cerró de golpe. Antes de poder saberse sorprendida y menos aún asustada, una anciana de aspecto amable les salió al encuentro, llevaba en la mano una regadera con la que rociaba las plantas del enorme jardín que encerraba el negro portón y que también rodeaban cuatro paredes tan altas que parecía que el mundo se quedaba muy lejos de ese lugar.

— Pase, pase usted —, le conminó la anciana.
— No señora gracias, solamente vine a acompañar al niño —, respondió amable.

Pero la anciana insistió con una voz casi hipnótica, tan dulce y melodiosa que se sintió vencida nuevamente con la ternura con la que la anciana le invitaba a sentarse en la estancia, eso y el delicioso aroma de esas flores que nunca había percibido antes le bloquearon el sentido del tiempo y todo razonamiento y sin darse cuenta, ya estaba sentada en el saloncito de techo alto y paredes violetas.

— Pero ponte cómoda niña —, escuchó dirigirse a ella de nuevo la hechizante voz de la anciana. Y esa voz fue como una invitación a que despertase su sensualidad; repentinamente, un calor le invadió las piernas y el abdomen, se sintió ruborizada y extrañamente húmeda, con esa humedad que se siente cuando la excitación se hace presente. El aroma a flores extrañas le inundaba el olfato y le parecía tan sensual que se imaginaba danzando en el jardín por el que había entrado al ritmo de una suave y embriagadora música, desnuda y bajo una llovizna  de agua fresca que le erizaba los pezones y le enchinaba la piel. Quiso apartar esos pensamientos de su mente; apretó los dientes y sacudió la cabeza como para despejarse, pero el aroma de aquellas flores desconocidas le nublaba no solo la razón, sino la voluntad.

No pudo ya recordar nada más, seguía sudando bajo el sol y seguía sintiendo frío en el sexo. Empezaba a descubrir que, además de su propio sudor, estaba cubierta por una baba transparente y resbaladiza; su brazos, su rostro, sus pechos redondos, sus caderas de curvas perfectas, su espalda notoriamente poderosa, sus nalgas duras y morenas, sus piernas musculosas y esbeltas, su vientre recio y tenso, su cuello largo y terso; toda ella estaba resbaladiza, cubierta por esa baba que no descubría aún de dónde había salido; y ese frío persistente de algo entrando por su cavidad sexual.

El aroma a flores se disipaba y conforme ello sucedía, iba recobrando poco a poco la plena conciencia y con la conciencia llegaba también la oleada de sensaciones de las que hasta ese momento había estado ajena a pesar de suceder en su propio cuerpo. El calor ardiente del sol se mezclaba con el calor de la lubricidad; se sentía excitada, su cuerpo estaba erotizado por completo sus pezones se disparaban hacia el infinito azul del cielo y podía percibir poco a poco el aroma afrutado de su propio sexo empapado, chorreando líquidos y haciéndola estremecer. Su respiración se comenzó a agitar, y una oleada de placer le recorrió toda la piel. Era una deliciosa sensación la que estaba sintiendo en esos momentos, estaba siendo penetrada y aún no descubría por quién, no veía a nadie y sin embargo podía sentir cómo un cuerpo largo, musculoso, grueso, suave y perfectamente lubricado le invadía las entrañas, pero a pesar de lo delicioso que le resultaba, era un cuerpo frío, muy frío.

Ese frío no le era importante, la excitación y el placer que sentía eran superiores al desagrado de tal frialdad. Había, al parecer recuperado casi por completo el sentido de la realidad, aunque el dominio de su motricidad no existía. Tenía ganas de levantarse un poco para saber exactamente quién y de qué manera le estaba haciendo gozar tanto, no obstante los esfuerzos que hacía (pobres por cierto) no podía; se limitaba a disfrutar. Jadeaba, gemía, salivaba en exceso su boca y su vulva chorreaba jugosamente con cada orgasmo que le hacía estremecer; uno, dos, tres, cinco, siete, diez; había perdido ya la cuenta y no sabía si los había tenido mientras estaba sin sentido, aunque la tensión en su cuerpo le decía que así era. Curiosamente no estaba asustada, al menos no todavía; toda esa excitación se lo impedía.

La anciana llegó de improviso, la miró completamente cubierta de esa baba, le examinó los senos, pellizcó suavemente sus pezones, deslizó sus huesudos dedos por sobre su piel, desde su mejilla hasta el pubis, se acuclilló y le revisó la vulva. Ella sintió cómo la anciana introducía su delgada mano por su ya dilatada vagina, la anciana sacó su mano cubierta por esa mezcla de baba con las secreciones de ella, olfateó, lamió sus dedos como si fueran una paleta que con el calor del medio día se estuviera derritiendo y chorreara su miel. Finalmente asintió aprobatoriamente y entonces ordenó — ¡es suficiente! —. De inmediato cesó la penetración y con ella los continuos orgasmos, el inmenso placer se terminaba.

La anciana tomó agua de una botella y la escupió sobre el cuerpo de la muchacha; ella, de inmediato recuperó la movilidad de su cuerpo que, aunque limitadamente, le permitió ponerse de pie. El suelo del jardín cubierto de la misma baba que su cuerpo se tornaba resbaladizo, cayó de bruces y se encontró con un conjunto asqueroso de largas y rechonchas larvas blanquísimas y resbaladizas; el asco le impulsó hacia atrás tan solo para encontrarse rodeada de tales criaturas en una maraña de cuerpos babeantes. Fue entonces cuando el terror la invadió.

— ¡¿Qué me ha hecho maldita vieja?! —, le gritó a la anciana que con su dulce y hechizante voz le respondió: “mi niña, ahora eres un capullo”…

Los ojos de la joven se abrieron enormes, quiso correr, pero algo le detenía, le era imposible salir huyendo de ese lugar. Se sentía como si fuera ya parte de ese jardín y no hubiera manera de separarse de él. La anciana le llevó hasta el segundo piso de la casa, abrió la puerta que daba a un balcón y le pidió que desde allí observara. El pequeño llegaba de nuevo con otra chica, esta vez era una rubia que traía una canasta de quesos, el portón se cerró de golpe, ella no se dio cuenta del momento el que la anciana la había dejado sola, y la encontró repentinamente apareciendo abajo en el jardín para repetir lo que ya antes ella había escuchado:

— Pase, pase usted —, le conminó la anciana.
— No señora gracias, solamente vine a acompañar al niño —, respondió amable la rubia.
— Pero ponte cómoda niña —. Aquí, ella comenzó a recrear su propia historia, sabía que esa invitación a ponerse cómoda era una invitación al despertar de la sensualidad, la rubia comenzó a desnudarse y a bailar en el jardín una música para los oídos inexistente mientras el pequeño le rociaba agua como si fuera lluvia desde otro balcón frente al que ella estaba. La rubia danzaba y se frotaba el cuerpo con las manos húmedas, despertando así sus propias humedades, frotaba sus pechos blancos y su vulva de marañas vellosas, rubias también como el sol, la recién llegada se masturbaba y caía en un sopor de inconsciencia hasta quedar tendida sobre el pasto que era de un color verde claro tan brillante como si fuera de caramelo. Entonces las larvas comenzaron a salir de debajo de la tierra, recorriendo el cuerpo de la rubia y cubriéndolo con su baba mientras la chica se retorcía placenteramente sobre el pasto permitiendo que las babosas criaturas le saboreasen completamente la espalda, el pecho, las nalgas, el pubis, la boca, el ano; todos los rincones fueron recorridos por las larvas antes de comenzar a entrar en su vagina. Formadas, automáticamente ordenadas una a una, iban entrando en su cuerpo mientras la rubia era estremecida por los orgasmos que ese tránsito le provocaban.

Ella miraba la escena y sabía que eso exactamente era lo que le había sucedido, tan repentinamente como la anciana se había ido, estaba ya de nuevo junto a ella y ambas miraban cómo el cuerpo de la rubia era poseído por las babosas larvas mientras ella gemía de placer y de su sexo manaban incontrolables torrentes líquidos de delectación.

— ¿No es hermoso? —, dijo la anciana viendo a la rubia con una mirada ciertamente llena de ternura.
— ¿Cómo puede ser hermoso algo tan repugnante? —, dijo ella con los ojos vidriosos por las ganas de llorar.
Es por las mariposas — dijo la anciana —; las mariposas de invierno necesitan un lugar cálido y nutritivo dónde desarrollarse hasta estar listas para surgir y volar, yo las cuido, y les doy ese lugar; y tú mi niña, ahora eres un capullo.

En ese preciso momento, como si las palabras de la anciana fueran una señal, ella sintió cómo una extraña sensación se apoderaba de su cuerpo, su vientre crecía de manera inaudita y sus senos se hinchaban hasta casi reventar, dejando escapar hilos de tibia y dulce leche que escurrían por sobre el vientre abultado de la mujer y se deslizaban lentamente por sus muslos hasta sus pies descalzos. Ella se imaginó por un momento que eso que llevaba en el vientre era su hijo nonato, aquél que había decidido no tener, le sobrevino entonces casi inexplicablemente de un sentimiento maternal que le anegó de ternura el corazón y le hizo sentir, literalmente mariposas en el estómago, concibió entonces el llamado de la naturaleza que le indicaba la hora de parir, los dolores comenzaron de súbito, no pudo mantenerse más en pie y se tumbó de rodillas en el piso. Como pudo se recostó y empezó a pujar sin que nada saliera de su útero.

— No, no es así de simple la cosa mi niña —, dijo la anciana mientras sacaba de entre sus ropas un cuchillo largo, frío y notoriamente my afilado con el que se acercó a ella, que entre la turbación del espanto y la sensación materna no se dio cuenta cuando la anciana le rebanó el vientre. La sangre se regaba por el suelo y las mariposas salían que de sus entrañas se posaban sobre sus piernas y sus brazos esperando a que sus alas se secaran y se fortalecieran para poder emprender el vuelo. Ella, sin fuerzas y sin ánimos miraba aquellas delicadas mariposas de color canela, como el color de su propia piel, posadas sobre su ser y sentía cómo le acariciaban con sus patitas y cómo, lentamente se le escapaba la vida.

Trataba de recrear aquella tarde en la que con aquél hombre se había entregado al placer de amar y ser amada, trataba de recordar si sus caricias habían sido tan deliciosas como las de estas babosas orugas, pero sobre todo, comparaba la sensación de haber sido penetrada por el hombre con ésta de haber sido penetrada por las resbaladizas criaturas, y sin duda alguna, había decidido que las babosas eran infinitamente superiores, y los orgasmos que le habían inducido, los más deliciosos de toda su vida sexual.

Al final de su larga agonía, alcanzó a ver al pequeño que la había llevado hasta allí comiendo bajo una pesada mesa de madera los restos de un cuerpo, al que identificó como de mujer, pues mordiéndole estaba un par de senos hinchados por los que chorros de leche se derramaban con cada dentellada que el pequeño les daba e imaginó que sería un capullo que habría sido abierto antes que ella. Todavía antes de morir, pudo sentir el suave aleteo de la última mariposa color canela acariciándole el rostro, como si en un acto de agradecimiento le dijera “adiós mamá”, para después alejarse volando a través de la enorme puerta del balcón y perderse en el fondo de los ojos oscuros, abiertos y ya sin brillo de la recién parida.



miércoles, 28 de septiembre de 2011

FRESAS CON CREMA.



En rebanadas o julianas,
en rodajas o finamente picadas,
en cubos o machacadas
las fresas con crema
son solamente un pretexto
para jugar en tu cuerpo,
para untar el postre por todo él,
acomodándolo meticulosamente
y decorando claro como un
muy buen gourmet, con una ramita
de yerbabuena mentolada.





Lo delicioso es comerlas lentamente
con la misma dedicación
con la que un catador degusta
un buen platillo o un buen vino
y luego de terminar de comer 
tal exquisitez, como un niño
al que le ha encantado el postre,
hay que lamer todo el plato
hasta dejarlo perfectamente limpio…

sábado, 10 de septiembre de 2011

HUMEDADES.


LLUVIA

De las alturas bajan los
disparos de nube,
la señora de enaguas grises
riega su jardín, el mundo;
insectos, colonia de hormigas somos
bajo las nubes regordetas y oscuras
que, desde su perspectiva, no son
tan altas pero que desde
donde nosotros las vemos,
les llamamos cielo.

SUDOR

Corriendo por tu piel
sensual y desbocada
la gota de sudor te
saborea;
ardes y se evapora
para de inmediato
condensarse en mi boca;
soy nube negra
a punto de llover, hinchado
de deseo y llevado mil veces
hasta los doce puntos
cardinales de tu cuerpo
por los vientos cadenciosos
de la pasión, Lluevo sobre ella,
lluevo en tu interior; sudor
que de mí brota
corriendo por tu piel
sensual y desbo…

SALIVA

Tengo antojo, como una
mujer preñada, como un
hombre hambriento,
salivo como un caracol;
mi boca se anega de deseo,
se encharca de tus besos,
se inunda del sabor de tu sexo
y lo escurre por las comisuras
que desembocan en el campo
exuberante donde se riegan
las flores de tu recuerdo.

SEXO

El rocío de la mañana
se condensa entre tus piernas;
delicioso hasta el ensordecimiento,
aromático hasta la ceguera
y embriagador hasta dejarme mudo;
la bebo, mi sed se apaga y el calor aumenta.

LÁGRIMAS

No las quiero
pero las bebería todas para
dejarte seca de tristeza;
no las quiero a menos de que
su origen esté en tu risa desatada
y también las bebería sin peros;
soy un idiota, prefiriendo unas
he provocado las otras;
sediento de las dulces
he tenido que beber las amargas;
bestia que es uno, lo he dicho antes:
para tus penas, mis brazos
y para tus lágrimas mi sed.


LAS CINCO MANERAS DE HACERLE EL AMOR A UNA MUJER.


Para hacerle el amor a una mujer hay otras cuatro maneras que, sumada a la más comúnmente practicada, suman cinco. De ésta no hablaré aquí porque como ya ustedes saben, no tengo calidad moral alguna para invocarle y describirle pues el peor de sus practicantes soy.

Sí en cambio, me permitiré dedicar unas líneas a las otras cuatro formas que, sin ser menos importantes, sean quizá las menos conocidas y menos aún practicadas.

La primera de estas (aunque realmente no importa el orden) es el masaje. Un masaje es, además de terapéutico y relajante, una muy buena manera de tener contacto con la suave piel de una dama (o de un “damo”, según preferencias y posibles combinaciones) sin que necesariamente ello implique una relación coital (aunque créanme, la mayoría de las veces sí pasa). No es de ninguna manera necesario ser expertos en el arte de los masajes, sino solamente tener claridad en lo delicada que es una piel ajena y decidirse a frotar (que es el fundamento del masaje) con cierta firmeza, esas partes que tanto nos gustan; eso sí, hay que tener cuidado de no presionar nunca (salvo mayor experiencia) esas partes susceptibles de lesionarse como la columna vertebral, las clavículas, esternón, costillas y por favor, a menos que sean en verdad conocedores del tema, dejen en paz el cuello pues existe el riesgo de que puedan obtener una demanda por lesiones o vivir el resto de sus días con el cargo de conciencia de alguien en silla de ruedas. También es recomendable tener mucho tiento con genitales y glándulas mamarias. Por lo demás, todo es absolutamente válido y masajeable.

Existen muchas lecturas especializadas para poco a poco ir profundizando en estos deleites artísticos y terapéuticos y, poco a poco también ir abarcando con el progreso en el conocimiento, las partes arriba restringidas y provocar repetidas y nuevas sensaciones de placer a la persona cuyo cuerpo ponga, literalmente, en nuestras manos.

Las técnicas para un masaje son muchas y muy variadas las posibilidades, por lo que no vamos a profundizar en ellas en este espacio. La técnica básica para un masaje es, como ya lo mencioné al inicio, el frotamiento de manera firme pero sin mucha presión y de manera importante es mencionar que deba realizarse en un solo sentido y con trazos largos y continuos; es decir de arriba abajo y de abajo arriba hasta el final de la parte en la que estemos trabajando, sea espalda, piernas, pantorrillas, antebrazos o brazos, siempre, repito, de manera firme y continua además de sensatamente lenta; de manera que si ustedes encuentran sensual frotar a una persona como se frota a un carro al lavarlo, olvídense de esto y mejor cómprenles flores. Tampoco funcionan para estos menesteres las enseñanzas del Maestro Miyagi y eso de “poner cera, quitar cera” no, definitivamente aquí no va.

Las manos no resbalan sobre la piel así nomás porque sí, se necesita de un agente lubricante que generalmente es aceite, de estos hay muchos y de muy diferentes aromas; pueden utilizar uno de esos para bebés (que dan buenos resultados) o bien, siendo ya más dedicados y complacientes, pueden adquirir uno en cualquier tienda de esas dedicadas a la venta de artículos eróticos o en otras, dedicadas a la venta de cosmetología corporal. Sin embargo, es de tomar en cuenta que esto no limita las posibilidades ya que existen muchísimas cosas que son naturalmente “resbaladizas” y aún más, hasta comestibles. en este sentido, el uso de cremas líquidas corporales, yogurt, pulpa de frutas, crema batida, betunes para pastel, gelatinas y muchas otras cosas más son también útiles, disfrutables y casi siempre a la mano. De esta manera las posibilidades son tan bastas como la imaginación misma. El masaje es pues una de las cinco maneras de hacerle el amor a una mujer.

Otra forma de hacerle el amor a una mujer es interesándose en sus cosas, y no me refiero solamente a las meras formulaciones de la pregunta”¿y cómo te fue hoy?” porque eso no es de ninguna manera mostrar interés, sino más bien un mero “cumplimiento de formalidades”.

A lo que yo me refiero es a, en verdad meternos a la vorágine de las actividades de ellas, me refiero a ayudarle a calificar exámenes si es profesora, o a desvelarse revisando una tesina, o a cortarse con el cuter haciendo una maqueta se es arquitecta, o a embadurnarnos de óleo y solventes o barro y yeso si es artesana o escultora, incluso a estar inmóvil por horas si lo suyo es la pintura y se le ha metido en la cabeza la loca idea de que somos el “perfecto modelo para representar la vorágine de un deseo reprimido” (lo que quiera que eso signifique y exija tener que estar con la genitalidad en vilo y un moñito negro atado a ella); me refiero por supuesto a relevarla en las duras y largas horas de capturar datos para que ella pueda dormir un poco; me refiero también a ser parte de sus desvelos, desesperos y angustias laborales, académicas y/o existenciales. Naturalmente que tampoco nos vamos a poner a ayudar en cosas que no podamos comprender, o para las que no seamos aptos;  se trata de ayudar, no de empeorar las cosas. Pero afortunadamente ellas saben perfectamente con ese sentido de la auscultación que ya de fábrica les ponen cuáles son nuestras capacidades y en función de ellas nos permiten ayudarles en algunas cosas, y en otras, de plano nos dicen “no gracias, mejor ve adormir que debes estar muy cansado”. de este modo, siempre habrá algo que podamos hacer por ellas y sus actividades, ya sea dictar, sumar, contar, engrapar, cortar, dibujar o bien simple y sencillamente estar allí a su lado como adorno o como atril…

Realmente no habría mucho qué decir respecto a esta manera de hacerle el amor a una mujer; aquí, creo yo que cabría ahondar un poco más en lo que a veces supone esto de quedar bien en este amar a alguien; en ocasiones (la mayoría de ellas por cierto), las desveladas, los raspones, cortaditas, embarradas de pintura, engrapadas de dedos, perforaciones de ropa y otras mil sensacionales cosas raras veces son agradecidas y menos aún recordadas en futuras ocasiones. Por eso recomiendo mesura, calma… y muchísima resignación porque nadie en absoluto nos va a reconocer habernos puesto a hacer cualquier cosa por puro amor (aunque hay esas hermosas excepciones que para toda regla existen). Interesarse en las cosas de una mujer, es también una de las cinco maneras de hacerle el amor a una mujer.

La poesía es quizá, luego del sexo, la segunda forma más popular para hacerle el amor a una mujer. Esos detallitos que lamentablemente se van ya perdiendo con el paso de los años y que consisten en obsequiarles flores, chocolates, pulseritas, cadenitas, aretitos, adornitos, disquitos, carritos, casitas, acciones de alguna compañía, y demás bagatelas, son por sí mismos actos poéticos.

Sin embargo, vayamos más a fondo, la poesía stricto sensu, es palabra escrita o hablada más que acto heroico o la actitud caballeresca; el verso, según percepciones resulta un halago para los sentidos femeninos que alteran y subliman sus apreciaciones. Claro está que no todos podemos escribir poesía bella y llegadora y por más que lo intentemos sólo obtenemos vergonzosos resultados.

De vez en cuando hay que esforzarse por hilar un pensamiento lógico y lo suficientemente llamativo para captar por un instante aunque sea, la atención de una linda mujer; instante que vale la pena por todo lo que nos dolerá la cabeza dado el esfuerzo realizado, pero necesariamente hay que cometer este tipo de atrevimientos para mostrar que no solamente somos capaces de partirnos estúpidamente el alma con cualquier otro pretendiente que ronde a nuestra Dulcinea, a nuestra Beatriz, a nuestra Gala o como quiera que se llame; que no solo somos capaces de bebernos todo el océano, sino todavía empinarnos unos rones pa´l desempance.

También con estos ejercicios demostraremos que somos buenos conciliadores y logramos hacer que para generar un buen pensamiento, nuestras dos neuronas (que por cierto están peleadas) se reconcilien diez segundos (¡Viva el trabajo en equipo¡). Ahora bien, para quienes piensan que estos dolores de cabeza no es necesario padecerlos tan cotidianamente, pero quieren derrochar romanticismo, pues todo es cuestión de echarse un clavado en un buen libro de poesía o bien, en el internet y descubrir una pléyade de autores antiguos, contemporáneos y postemporáneos que seguramente podrán aportar muchos versos al fino arte de hacer el amor. Conclusión, la poesía es una más de las cinco maneras de hacerle el amor a una mujer.

Cocinar para ellas es lo mismo un reto que un placer y desde luego que para esto tampoco son necesarias grandes dotes, es más, si uno no es buen amigo de los utensilios de cocina, pues hasta las servilletas de papel nos causan serias heridas, suficiente es con aprenderse de memoria cinco platillos, sencillos; para que ocasionalmente (o cotidianamente según sea el caso) uno pueda deleitar a esa mujer de nuestros desvelos e inquietudes. Hacerle el amor a una mujer a través de una comida, es también el mismo acto de darles toda nuestra pasión sazonada con verduras y especias; condimentando y dejando en cocción el tiempo exacto todos los ingredientes para provocar en ellas esas placenteras sensaciones que desembocarán en un tierno y agradecido beso o en un sublime acto de entrega, sensual y amoroso.

Lo mismo un par de huevos con jamón, café, pan y fruta para el desayuno que una ensalada y pasta o unas ricas tostadas de tinga en la comida o bien un saludable sándwich de pavo o jamón para una cena ligera y renovadora. Cocinar para ellas, junto con las otras tres formas de las que ya hemos platicado y por supuesto, el sexo, son las cinco maneras en las que un hombre puede y debe hacerle el amor a una mujer. esto las hará felices y a nosotros nos hará un poco más sensibles. Se los garantizo yo, el peor de los amantes, pero el mejor de los enamorados.


domingo, 28 de agosto de 2011

NARCO Y GOBIERNO, JUEGOS DE GUERRA.

El jueves (25.08.2011), una vez más la sociedad mexicana se ha visto sacudida por hechos violentos que trastocan, de nueva cuenta, el vapuleado espíritu nacional.

Vista del Csino Royale

Los hechos: un sorpresivo ataque a un salón de juegos ubicado en la Ciudad de Monterrey,
Los motivos: un asunto de pago de protección.
Los verdaderos motivos: el enfrentamiento entre el narcotráfico y las fuerzas federales
Las víctimas: más de cincuenta.
Los daños:
·         monetarios, unos cuantos millones de pesos.
·         morales, incuantificables.

La respuesta: una condena “enérgica” de parte de las autoridades,
·         la exigencia de dar con los responsables, por parte de los actores políticos;
·         la especulación financiera, el temor turístico y la advertencia de no pisar tierra mexicanas por parte de la comunidad internacional y
·         finalmente, tres días de luto nacional por parte de un presidente necio y tibio.


Éste es uno de los hechos violentos con el mayor número de muertos, desde que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa resultara electo como presidente de México e iniciara su “guerra antidrogas” en el 2006. Y menciono esto porque no solamente es un mero hecho histórico su llegada al poder, recordemos el conflictivo proceso que todos padecimos para que finalmente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación fallara a favor de la legitimidad del proceso aún con la incertidumbre que una diferencia tan pequeña en cuanto a votos totales (según cifras del propio IFE) despertaba. Así, legítimo o espurio; el señor Calderón es el presidente de la República nos guste o no.

El deber del mandatario es, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, encabezar los esfuerzos para garantizar la seguridad de los ciudadanos dentro del territorio nacional y fuera de él utilizando los medios que estén a su alcance. De igual manera, la Constitución determina que para el ejercicio del gobierno, éste se haya de dividir en tres poderes: Ejecutivo, que administra, Legislativo, que regula y norma la vida mediante ordenamientos legales y el Judicial, que vigila el cumplimiento de dichas normas y dirime los conflictos entre particulares y gobierno en sus muchas posibles combinaciones. Del Poder Ejecutivo dependen las Fuerzas Armadas, símbolo del poder y la soberanía de todo Estado. Particularmente El ejército, la marina y la Fuerza Aérea Mexicanas son, siempre se ha dicho, “cuerpos de paz”, lo que necesariamente implica que presupuestal, logística, cultural, formativa y operativamente no son fuerzas preparadas para enfrentamientos con otros ejércitos por dos sencillas razones: por un lado, la vocación de guerra que hasta los años posteriores a la revolución mexicana se tenía era realmente pobre, recordemos que a las Fuerzas Armadas, Mexicanas en los conflictos internacionales en los que ha tenido que intervenir y que han sido históricamente (excepto en el caso de la Segunda Guerra Mundial) situaciones de defensa de la soberanía en respuesta a invasiones de otros países, les ha ido francamente mal. El nuestro es un Ejército que no ha sido históricamente diestro en el arte de la guerra y baste mencionar los problemas que para su integración han tenido que sortear desde los tiempos de la Independencia; en consecuencia, hablamos de un Ejército mal preparado de entrada. También es cierto que la sangre guerrera que corre por las venas de los soldados, es principalmente Oaxaqueña, Guerrerense, Veracruzana quizá Michoacana, gentes biológicamente hechas para la lucha y es esto lo que le ha dado, en gran medida el carácter feroz al Ejército Nacional.

Por otro lado, con la llegada al poder de los civiles luego de la Revolución Mexicana, el poder del ejército se vio acotado y sus capacidades reducidas significativamente, en resumen, México es un Estado pacífico y su milicia una fuerza nominal.

¿A qué quiero llegar con esto?, sencillamente a que en el juego de la guerra en el que nos ha metido el Presidente (y digo que nos ha metido porque finalmente es cierto eso de que “un soldado en cada hijo te dio”) es una guerra desigual y ahora vamos a hablar de los dichosos “narcos”.

El narcotraficante parte de ser un delincuente común, sin mayores capacidades que las de cualquier otro transgresor de la ley y evoluciona hasta convertirse en una fuerza con capacidades paramilitares, fundamentalmente por tres razones que a continuación describo brevemente: la primera de ellas es su poder económico, según especialistas:

“Cada año entran a México, desde Estados Unidos, entre US$19.000 y US$29.000 millones producto de actividades ilícitas, especialmente el tráfico de drogas.
¿Dónde está ese dinero, que equivale a entre 2% y 3% del PIB nominal del país? Una parte de los recursos vuelven a Estados Unidos o se transfieren a paraísos fiscales (léanse economías emergentes como las de Singapur, Taiwan, las Islas Seichells y otras). Otra más sirve para la operación de los carteles de la droga, como la compra de armas y vehículos, y el resto pasa por la economía formal de México, dicen especialistas y el Estudio Binacional de Bienes Ilícitos elaborado por los gobiernos de ambos países.

Hasta ahora, no se ha determinado con exactitud el destino del dinero generado por el narcotráfico, aunque en algunos casos sirve para mantener con vida la economía de regiones enteras, explica el investigador José María Ramos, del Colegio de la Frontera Norte (Colef). "Ha sido un factor, entre otros, que ha permitido que las crisis económicas no sean de mayor impacto en comunidades fronterizas y del centro y sur del país", dice en conversación con BBC Mundo”.

Es decir que los ingresos libres de impuestos que genera el narcotráfico y las actividades ilícitas son del orden de los 300 mil millones de pesos al año, casi 200 veces el presupuesto pretendido por el IFE y 15 veces el presupuesto de la UNAM en 2010, de lo cual se calcula que aproximadamente un diez por ciento entra en los niveles de gobierno por concepto de “ponerse a mano” (corrupción).

Con estas cantidades de recursos que no tiene el Ejército, no solamente se crea una red organizativa fuerte, sino que además se puede contratar el servicio de especialistas para cada necesidad, como son contadores, químicos, transportistas, ingenieros agrónomos, mucha mano de obra mejor pagada que en cualquier fábrica; armamento y equipo sofisticado para la producción y también especialistas en seguridad, que son, precisamente, ex soldados. La incursión de los soldados en las filas del narcotráfico se da a partir de los años cincuentas y sesentas, en un inicio los militares nacionales son los primeros que se van integrando a la industria del Narcotráfico y posteriormente, conforme se va expandiendo y haciendo complejo el negocio, surge (las leyes del libre mercado no mienten) la competencia y con ella el aumento de la violencia entre cárteles y con este aumento, la integración de elementos militares y ex militares Guatemaltecos y Salvadoreños de élite, lo que le da un carácter mucho más organizado y por supuesto también agresivo a la empresa del narco; recordemos que los Zetas son un grupo militar de élite que prácticamente se quedó sin chamba cuando las guerrillas en México fueron dominadas. Otros, famosos por su agresividad en combate y alta formación militar son los Kaibiles.

Dicho lo anterior, me parece que tenemos ya los elementos básicos para un análisis de distinta índole ya que no pretendo hacer eco de las lamentaciones que desde entonces y hasta ahora se suceden día tras día en infinidad de medios y modos.

Iniciaré mencionando que la existencia del narcotráfico data (en México) de allá por los años mil novecientos treintas, cuando ya los migrantes Chinos se habían establecido bajo condiciones óptimas y comenzaron a difundir el uso de la goma de opio (que en esos entonces resultaba caro traer desde allá). Así, las redes de transporte, y distribución se fueron haciendo más extensas y más complejas con el paso de los años, y aunque el opio no fue un hitazo entre los pobladores americanos, sí facilitó el descubrimiento de otros productos que estaban mucho más a la mano en tierras más accesibles: la marihuana, otros derivados de la amapola, y la milenaria hoja de coca sudamericana. Con los avances en las ciencias químicas se impulsó también la industria procesadora de las drogas y su cultivo en suelos nacionales. Surgieron establecimientos públicos donde se consumía droga y que eran vigilados y “coadministrados” por las autoridades mexicanas como cualquier otro negocio, así, los distintos niveles de gobierno se fueron también involucrando en el floreciente negocio de las drogas.

Este brevísimo y escueto panorama histórico nos permite comprender tres cosas fundamentales:
1)  Que el narcotráfico es, con todo lo ilegal que se quiera, un negocio en el que las leyes del mercado también reflejan su autoridad, hay demanda, oferta, regulación de precios, escasez a veces, prácticas monopólicas y competencia entre empresarios; aunque todo esto, a falta de una regulación institucional, es decir avalada por el Estado, se tenga que autoregular a punta de balazos y violencia.

2)  Que en tratándose a todas luces de una mercado, pues cumple con las características necesarias para definirlo así, las drogas son, irrefutablemente una mercancía.

3)  Que el carácter de “ilegalidad” en que se tiene a este mercado no está definido por lo dañino que pueda resultar el consumo de la mercancía que en él se mueve, sino por la historia, no solamente de parte del gobierno Mexicano, sino de la de casi todos los países del mundo por evitar que una circulación monetaria tan jugosa ponga en evidencia que dicho mercado existe por la permisibilidad histórica de los propios gobiernos y por la coparticipación que éstos, en distintos órdenes y niveles, tienen en dicho mercado. Las especulaciones mitológicas del dicho “sexenio nuevo, cártel nuevo” son, a estas alturas y por muchos lados por donde se les mire, irrefutables.

Ahora bien, suponiendo (sin conceder) que esta corrupción no fuese así y que realmente la negativa de reconocer en los cárteles de la droga y en la droga misma un mal social, se haría necesario por simple lógica, que se destinaran mayores recursos al combate de estas formas ilícitas de enriquecimiento, tanto en prevención y tratamiento (lo cual es un problema de salud poblacional), como en medidas de índole jurídica que inhiban el enriquecimiento a lo cabrón de unos cuantos y que más allá de ello, se reportaran beneficios sociales de este circulante monetario a través de la recaudación fiscal, lo cual no sucede ni se ven intenciones de que suceda algún día. La simple despenalización acotada en cantidades, medidas, usos y condiciones de transporte y venta no van a frenar los desatados niveles de violencia que se dan por el control de los territorios, rutas y lugares de venta y distribución y sí en cambio facilitarán el desarrollo de nuevas formas de violentar aún más el ya de por sí deteriorado estado de derecho por la creciente competencia y sus sanguinarios métodos.

No es suficiente detener a los “cabecillas” que se nos presentan en los noticiarios como si de trofeos de caza se tratasen o saber que en enfrentamientos hayan sido abatidos a tiros, finalmente las redes organizacionales de éste tipo no se desintegran con estas acciones, por el contrario, se reconstruyen, fusionan o subdividen según sean sus necesidades. Y no digo con esto que no sea cierto lo que pregonan las autoridades mexicanas en torno al estado de guerra que han declarado contra este “poder informal” pero ¡carajo!, solamente hay que asomarse con ojo crítico a las calles para darse cuenta de que los narcos están en todos lados, de que la violencia está en todos lados, de que la desesperanza y la pobreza están en todos lados y también, es cierto, de que la policía está en todos lados, pero en muchísimos casos está protegiendo al narco y no a la población.

Las cosas ya han llegado a un estado de cosas que resulta francamente intolerable, hace apenas unos días en el Puerto de Veracruz, en la entrada del acuario, desde un vehículo que finalmente huyó de la policía municipal, fue arrojada una granada de fragmentación que mató a una persona y dejó heridas a tres más, una mujer y sus dos hijos menores, pocos días después se genera vía redes sociales un rumor en  el sentido de que habría enfrentamientos en las calles de Xalapa entre bandas de narcotraficantes y que serían atacados centros educativos, con lo que se generó una estado de psicosis que afecta no solamente a las actividades productivas del estado, sino a la cotidianidad misma. Cada vez nos estamos acostumbrando más a que las balaceras, los secuestros, los decapitados, encobijados, encajuelados, colgados, empaquetados, narcofosas, narcomensajes, narcocorridos y demás, sean cosa rutinaria en nuestras vidas. Ayer frente a una primaria se estacionó un policía de tránsito con su motocicleta muy mona, pasaron una mujer y su hijo, de unos diez años de edad, y ante el comentario de la señora de que la motocicleta estaba muy bonita, el cahamaco respondió “No má, está más chida la del flaco, ese sí es un motonononón (sic)” y la madre un tanto desilusionada le dijo al muchacho “¡Ay hijo, pero ese flaco es un raterote!” –Hasta aquí el asunto no tendría quizá mayor trascendencia de no haber sido por la contundente aseveración del niño- “¡Pos sí má, pero le va rete bien!, así le voy a hacer yo”.  En este punto ya no hubo contestación de la madre. 

Un analista Alemán (Daniel Brombacher, asesor de un proyecto de Política de Drogas Orientada al Desarrollo, de la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional (GIZ),  dice que el atentado contra el centro de juego podría ser interpretado como:

 “Una costosa señal del desequilibrio que la intervención del Estado estaría generando en las redes de comercio ilegal con drogas; pues las economías ilegales que funcionan bien no son visibles”…

…“La gente cree que los carteles siguen siendo muy fuertes y a pesar de que esta violencia se podría interpretar como un “fracaso de las acciones del gobierno, las tasas de homicidio en México son más bajas que las de otros países de la región como Venezuela, Colombia o Brasil”; pero “la seguridad es un asunto de percepción, no de estadísticas”.  

Sin duda esto tiene su parte de razón, diría yo, pero también es cierto que las conductas del mexicano no se ajustan a los patrones de comportamiento de otros grupos sociales, es decir, jamás veríamos en Italia por ejemplo a un grupo de mafiosos salir en “trocas” a soltar balazos por las calles del pueblo “nomás por pura puntada”, ni veríamos a los capos Rusos organizar fiestonones con presencia eclesiástica “nomás para bendecir los nuevos “muebles” (vehículos) y que la raza se divierta un rato; y ni qué decir de la Yakuza Nipona, nunca he sabido de alguno que pague por que se le haga un corrido ¿o sí?. Hasta en eso existen enormes diferencias con lo que se podría esperar de un narcotraficante americano y uno Europeo o Asiático, porque sinceramente yo no veo que les duela ni tantito su situación económica. Y si los niveles de violencia acá y en otras partes del mundo son menores, no creo que s deba a que nuestros narcos sean muy civilizados, a mí me parece que son otras las razones que se entretejen en estos datos y solo mencionaré una de las muchas que se me ocurren:
En Colombia, el narcotráfico ha desplazado y casi eliminado a pueblos enteros, en México eso lo hace el propio gobierno.
En Venezuela, los enfrentamientos entre las fracciones chavistas y antichavistas, los conflictos territoriales con Colombia y las graves condiciones de marginación afectan a grandes sectores sociales y provocan niveles de violencia altos (más que en México, sí).
Brasil, mientras existan favelas siempre habrá más muertes que en México eso es innegable.

Pero volviendo a la cesión sin concesión, las tasas de violencia, son en efecto, menores en México que en esos y otros países del mundo y si ello nos llevara a pensar, como pretende el especialista Alemán, que haya un desequilibrio y que la fortaleza de los cárteles se esté en verdad resquebrajando, ¿estaríamos entonces ante un escenario de percepción equívoca y la situación sería entonces menos dramática de lo que suponemos? Aceptar tal postura, me lleva a pensar que de alguna manera, en México han sucedido dos cosas importantes que no suceden en estos tres países latinoamericanos y que tiene que ver con procesos históricos, me refiero a que por un lado, mientras en México tenemos una cierta estabilidad social (sí, con pobreza y con crisis y con pincitas o con alfileres) pero en años no nos habíamos matado entre nosotros como sí sucede en Venezuela y en Colombia y en Brasil, los procesos de estabilidad social no los hemos vivido de igual manera, y en México por otro lado no hemos tenido un régimen militar desde 1946 y digan lo que digan nunca hemos padecido una dictadura de éste tipo, contrario a Colombia donde apenas hace unos años que han dejado de matarse diariamente, ahora lo hacen cada dos semanas y Brasil, que apenas en 1985 dejó de tener una dictadura militar. Estas cuestiones, aunque parezcan no tener relación con el tema, tiene otro tipo de connotaciones conductuales de una sociedad, de tal manera que mientras los mexicanos somos una raza más “mansita” por así decirlo desde los años cincuentas para acá; Sudamérica ha estado sumergida en una vorágine político-militar-socialista-guerrillera-paramilitar que bueno, mejor no me meto porque si no nunca acabo y esto ya se extendió mucho.

Ya para terminar les diré que no importa si tenemos un índice de violencia mayor o menor que el de otros Estados, la cosa es que lo tenemos y lo percibimos terrible, es como platicar con un estudiante Chileno y decirle que nuestro gobierno es fascista, seguramente nos tacharía de pendejos y nos diría en su peculiar modo de hablar “vos no mirás lo que dices, no tenés ni idea de lo que es el fascismo” y en eso tiene toda la razón, porque después de chutarse unos años de Pinochetismo como complemento alimenticio, uno no tiene más remedio que agradecerle a la vida haber nacido en México, aunque no sepamos quién es el verdadero enemigo en esta guerra sin cuartel, porque entre los narcos volando casinos y el gobierno volando guarderías (ABC) yo francamente no sé a quién apostarle...



El Chapo Guzmán, uno de los criminales más buscados en el mundo, fugado de un penal en México y declarado por la revista Forbes como uno de los cien hombres más ricos del mundo, hasta hoy, nadie sabe dónde vacaciona...