domingo, 28 de agosto de 2011

NARCO Y GOBIERNO, JUEGOS DE GUERRA.

El jueves (25.08.2011), una vez más la sociedad mexicana se ha visto sacudida por hechos violentos que trastocan, de nueva cuenta, el vapuleado espíritu nacional.

Vista del Csino Royale

Los hechos: un sorpresivo ataque a un salón de juegos ubicado en la Ciudad de Monterrey,
Los motivos: un asunto de pago de protección.
Los verdaderos motivos: el enfrentamiento entre el narcotráfico y las fuerzas federales
Las víctimas: más de cincuenta.
Los daños:
·         monetarios, unos cuantos millones de pesos.
·         morales, incuantificables.

La respuesta: una condena “enérgica” de parte de las autoridades,
·         la exigencia de dar con los responsables, por parte de los actores políticos;
·         la especulación financiera, el temor turístico y la advertencia de no pisar tierra mexicanas por parte de la comunidad internacional y
·         finalmente, tres días de luto nacional por parte de un presidente necio y tibio.


Éste es uno de los hechos violentos con el mayor número de muertos, desde que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa resultara electo como presidente de México e iniciara su “guerra antidrogas” en el 2006. Y menciono esto porque no solamente es un mero hecho histórico su llegada al poder, recordemos el conflictivo proceso que todos padecimos para que finalmente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación fallara a favor de la legitimidad del proceso aún con la incertidumbre que una diferencia tan pequeña en cuanto a votos totales (según cifras del propio IFE) despertaba. Así, legítimo o espurio; el señor Calderón es el presidente de la República nos guste o no.

El deber del mandatario es, como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, encabezar los esfuerzos para garantizar la seguridad de los ciudadanos dentro del territorio nacional y fuera de él utilizando los medios que estén a su alcance. De igual manera, la Constitución determina que para el ejercicio del gobierno, éste se haya de dividir en tres poderes: Ejecutivo, que administra, Legislativo, que regula y norma la vida mediante ordenamientos legales y el Judicial, que vigila el cumplimiento de dichas normas y dirime los conflictos entre particulares y gobierno en sus muchas posibles combinaciones. Del Poder Ejecutivo dependen las Fuerzas Armadas, símbolo del poder y la soberanía de todo Estado. Particularmente El ejército, la marina y la Fuerza Aérea Mexicanas son, siempre se ha dicho, “cuerpos de paz”, lo que necesariamente implica que presupuestal, logística, cultural, formativa y operativamente no son fuerzas preparadas para enfrentamientos con otros ejércitos por dos sencillas razones: por un lado, la vocación de guerra que hasta los años posteriores a la revolución mexicana se tenía era realmente pobre, recordemos que a las Fuerzas Armadas, Mexicanas en los conflictos internacionales en los que ha tenido que intervenir y que han sido históricamente (excepto en el caso de la Segunda Guerra Mundial) situaciones de defensa de la soberanía en respuesta a invasiones de otros países, les ha ido francamente mal. El nuestro es un Ejército que no ha sido históricamente diestro en el arte de la guerra y baste mencionar los problemas que para su integración han tenido que sortear desde los tiempos de la Independencia; en consecuencia, hablamos de un Ejército mal preparado de entrada. También es cierto que la sangre guerrera que corre por las venas de los soldados, es principalmente Oaxaqueña, Guerrerense, Veracruzana quizá Michoacana, gentes biológicamente hechas para la lucha y es esto lo que le ha dado, en gran medida el carácter feroz al Ejército Nacional.

Por otro lado, con la llegada al poder de los civiles luego de la Revolución Mexicana, el poder del ejército se vio acotado y sus capacidades reducidas significativamente, en resumen, México es un Estado pacífico y su milicia una fuerza nominal.

¿A qué quiero llegar con esto?, sencillamente a que en el juego de la guerra en el que nos ha metido el Presidente (y digo que nos ha metido porque finalmente es cierto eso de que “un soldado en cada hijo te dio”) es una guerra desigual y ahora vamos a hablar de los dichosos “narcos”.

El narcotraficante parte de ser un delincuente común, sin mayores capacidades que las de cualquier otro transgresor de la ley y evoluciona hasta convertirse en una fuerza con capacidades paramilitares, fundamentalmente por tres razones que a continuación describo brevemente: la primera de ellas es su poder económico, según especialistas:

“Cada año entran a México, desde Estados Unidos, entre US$19.000 y US$29.000 millones producto de actividades ilícitas, especialmente el tráfico de drogas.
¿Dónde está ese dinero, que equivale a entre 2% y 3% del PIB nominal del país? Una parte de los recursos vuelven a Estados Unidos o se transfieren a paraísos fiscales (léanse economías emergentes como las de Singapur, Taiwan, las Islas Seichells y otras). Otra más sirve para la operación de los carteles de la droga, como la compra de armas y vehículos, y el resto pasa por la economía formal de México, dicen especialistas y el Estudio Binacional de Bienes Ilícitos elaborado por los gobiernos de ambos países.

Hasta ahora, no se ha determinado con exactitud el destino del dinero generado por el narcotráfico, aunque en algunos casos sirve para mantener con vida la economía de regiones enteras, explica el investigador José María Ramos, del Colegio de la Frontera Norte (Colef). "Ha sido un factor, entre otros, que ha permitido que las crisis económicas no sean de mayor impacto en comunidades fronterizas y del centro y sur del país", dice en conversación con BBC Mundo”.

Es decir que los ingresos libres de impuestos que genera el narcotráfico y las actividades ilícitas son del orden de los 300 mil millones de pesos al año, casi 200 veces el presupuesto pretendido por el IFE y 15 veces el presupuesto de la UNAM en 2010, de lo cual se calcula que aproximadamente un diez por ciento entra en los niveles de gobierno por concepto de “ponerse a mano” (corrupción).

Con estas cantidades de recursos que no tiene el Ejército, no solamente se crea una red organizativa fuerte, sino que además se puede contratar el servicio de especialistas para cada necesidad, como son contadores, químicos, transportistas, ingenieros agrónomos, mucha mano de obra mejor pagada que en cualquier fábrica; armamento y equipo sofisticado para la producción y también especialistas en seguridad, que son, precisamente, ex soldados. La incursión de los soldados en las filas del narcotráfico se da a partir de los años cincuentas y sesentas, en un inicio los militares nacionales son los primeros que se van integrando a la industria del Narcotráfico y posteriormente, conforme se va expandiendo y haciendo complejo el negocio, surge (las leyes del libre mercado no mienten) la competencia y con ella el aumento de la violencia entre cárteles y con este aumento, la integración de elementos militares y ex militares Guatemaltecos y Salvadoreños de élite, lo que le da un carácter mucho más organizado y por supuesto también agresivo a la empresa del narco; recordemos que los Zetas son un grupo militar de élite que prácticamente se quedó sin chamba cuando las guerrillas en México fueron dominadas. Otros, famosos por su agresividad en combate y alta formación militar son los Kaibiles.

Dicho lo anterior, me parece que tenemos ya los elementos básicos para un análisis de distinta índole ya que no pretendo hacer eco de las lamentaciones que desde entonces y hasta ahora se suceden día tras día en infinidad de medios y modos.

Iniciaré mencionando que la existencia del narcotráfico data (en México) de allá por los años mil novecientos treintas, cuando ya los migrantes Chinos se habían establecido bajo condiciones óptimas y comenzaron a difundir el uso de la goma de opio (que en esos entonces resultaba caro traer desde allá). Así, las redes de transporte, y distribución se fueron haciendo más extensas y más complejas con el paso de los años, y aunque el opio no fue un hitazo entre los pobladores americanos, sí facilitó el descubrimiento de otros productos que estaban mucho más a la mano en tierras más accesibles: la marihuana, otros derivados de la amapola, y la milenaria hoja de coca sudamericana. Con los avances en las ciencias químicas se impulsó también la industria procesadora de las drogas y su cultivo en suelos nacionales. Surgieron establecimientos públicos donde se consumía droga y que eran vigilados y “coadministrados” por las autoridades mexicanas como cualquier otro negocio, así, los distintos niveles de gobierno se fueron también involucrando en el floreciente negocio de las drogas.

Este brevísimo y escueto panorama histórico nos permite comprender tres cosas fundamentales:
1)  Que el narcotráfico es, con todo lo ilegal que se quiera, un negocio en el que las leyes del mercado también reflejan su autoridad, hay demanda, oferta, regulación de precios, escasez a veces, prácticas monopólicas y competencia entre empresarios; aunque todo esto, a falta de una regulación institucional, es decir avalada por el Estado, se tenga que autoregular a punta de balazos y violencia.

2)  Que en tratándose a todas luces de una mercado, pues cumple con las características necesarias para definirlo así, las drogas son, irrefutablemente una mercancía.

3)  Que el carácter de “ilegalidad” en que se tiene a este mercado no está definido por lo dañino que pueda resultar el consumo de la mercancía que en él se mueve, sino por la historia, no solamente de parte del gobierno Mexicano, sino de la de casi todos los países del mundo por evitar que una circulación monetaria tan jugosa ponga en evidencia que dicho mercado existe por la permisibilidad histórica de los propios gobiernos y por la coparticipación que éstos, en distintos órdenes y niveles, tienen en dicho mercado. Las especulaciones mitológicas del dicho “sexenio nuevo, cártel nuevo” son, a estas alturas y por muchos lados por donde se les mire, irrefutables.

Ahora bien, suponiendo (sin conceder) que esta corrupción no fuese así y que realmente la negativa de reconocer en los cárteles de la droga y en la droga misma un mal social, se haría necesario por simple lógica, que se destinaran mayores recursos al combate de estas formas ilícitas de enriquecimiento, tanto en prevención y tratamiento (lo cual es un problema de salud poblacional), como en medidas de índole jurídica que inhiban el enriquecimiento a lo cabrón de unos cuantos y que más allá de ello, se reportaran beneficios sociales de este circulante monetario a través de la recaudación fiscal, lo cual no sucede ni se ven intenciones de que suceda algún día. La simple despenalización acotada en cantidades, medidas, usos y condiciones de transporte y venta no van a frenar los desatados niveles de violencia que se dan por el control de los territorios, rutas y lugares de venta y distribución y sí en cambio facilitarán el desarrollo de nuevas formas de violentar aún más el ya de por sí deteriorado estado de derecho por la creciente competencia y sus sanguinarios métodos.

No es suficiente detener a los “cabecillas” que se nos presentan en los noticiarios como si de trofeos de caza se tratasen o saber que en enfrentamientos hayan sido abatidos a tiros, finalmente las redes organizacionales de éste tipo no se desintegran con estas acciones, por el contrario, se reconstruyen, fusionan o subdividen según sean sus necesidades. Y no digo con esto que no sea cierto lo que pregonan las autoridades mexicanas en torno al estado de guerra que han declarado contra este “poder informal” pero ¡carajo!, solamente hay que asomarse con ojo crítico a las calles para darse cuenta de que los narcos están en todos lados, de que la violencia está en todos lados, de que la desesperanza y la pobreza están en todos lados y también, es cierto, de que la policía está en todos lados, pero en muchísimos casos está protegiendo al narco y no a la población.

Las cosas ya han llegado a un estado de cosas que resulta francamente intolerable, hace apenas unos días en el Puerto de Veracruz, en la entrada del acuario, desde un vehículo que finalmente huyó de la policía municipal, fue arrojada una granada de fragmentación que mató a una persona y dejó heridas a tres más, una mujer y sus dos hijos menores, pocos días después se genera vía redes sociales un rumor en  el sentido de que habría enfrentamientos en las calles de Xalapa entre bandas de narcotraficantes y que serían atacados centros educativos, con lo que se generó una estado de psicosis que afecta no solamente a las actividades productivas del estado, sino a la cotidianidad misma. Cada vez nos estamos acostumbrando más a que las balaceras, los secuestros, los decapitados, encobijados, encajuelados, colgados, empaquetados, narcofosas, narcomensajes, narcocorridos y demás, sean cosa rutinaria en nuestras vidas. Ayer frente a una primaria se estacionó un policía de tránsito con su motocicleta muy mona, pasaron una mujer y su hijo, de unos diez años de edad, y ante el comentario de la señora de que la motocicleta estaba muy bonita, el cahamaco respondió “No má, está más chida la del flaco, ese sí es un motonononón (sic)” y la madre un tanto desilusionada le dijo al muchacho “¡Ay hijo, pero ese flaco es un raterote!” –Hasta aquí el asunto no tendría quizá mayor trascendencia de no haber sido por la contundente aseveración del niño- “¡Pos sí má, pero le va rete bien!, así le voy a hacer yo”.  En este punto ya no hubo contestación de la madre. 

Un analista Alemán (Daniel Brombacher, asesor de un proyecto de Política de Drogas Orientada al Desarrollo, de la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional (GIZ),  dice que el atentado contra el centro de juego podría ser interpretado como:

 “Una costosa señal del desequilibrio que la intervención del Estado estaría generando en las redes de comercio ilegal con drogas; pues las economías ilegales que funcionan bien no son visibles”…

…“La gente cree que los carteles siguen siendo muy fuertes y a pesar de que esta violencia se podría interpretar como un “fracaso de las acciones del gobierno, las tasas de homicidio en México son más bajas que las de otros países de la región como Venezuela, Colombia o Brasil”; pero “la seguridad es un asunto de percepción, no de estadísticas”.  

Sin duda esto tiene su parte de razón, diría yo, pero también es cierto que las conductas del mexicano no se ajustan a los patrones de comportamiento de otros grupos sociales, es decir, jamás veríamos en Italia por ejemplo a un grupo de mafiosos salir en “trocas” a soltar balazos por las calles del pueblo “nomás por pura puntada”, ni veríamos a los capos Rusos organizar fiestonones con presencia eclesiástica “nomás para bendecir los nuevos “muebles” (vehículos) y que la raza se divierta un rato; y ni qué decir de la Yakuza Nipona, nunca he sabido de alguno que pague por que se le haga un corrido ¿o sí?. Hasta en eso existen enormes diferencias con lo que se podría esperar de un narcotraficante americano y uno Europeo o Asiático, porque sinceramente yo no veo que les duela ni tantito su situación económica. Y si los niveles de violencia acá y en otras partes del mundo son menores, no creo que s deba a que nuestros narcos sean muy civilizados, a mí me parece que son otras las razones que se entretejen en estos datos y solo mencionaré una de las muchas que se me ocurren:
En Colombia, el narcotráfico ha desplazado y casi eliminado a pueblos enteros, en México eso lo hace el propio gobierno.
En Venezuela, los enfrentamientos entre las fracciones chavistas y antichavistas, los conflictos territoriales con Colombia y las graves condiciones de marginación afectan a grandes sectores sociales y provocan niveles de violencia altos (más que en México, sí).
Brasil, mientras existan favelas siempre habrá más muertes que en México eso es innegable.

Pero volviendo a la cesión sin concesión, las tasas de violencia, son en efecto, menores en México que en esos y otros países del mundo y si ello nos llevara a pensar, como pretende el especialista Alemán, que haya un desequilibrio y que la fortaleza de los cárteles se esté en verdad resquebrajando, ¿estaríamos entonces ante un escenario de percepción equívoca y la situación sería entonces menos dramática de lo que suponemos? Aceptar tal postura, me lleva a pensar que de alguna manera, en México han sucedido dos cosas importantes que no suceden en estos tres países latinoamericanos y que tiene que ver con procesos históricos, me refiero a que por un lado, mientras en México tenemos una cierta estabilidad social (sí, con pobreza y con crisis y con pincitas o con alfileres) pero en años no nos habíamos matado entre nosotros como sí sucede en Venezuela y en Colombia y en Brasil, los procesos de estabilidad social no los hemos vivido de igual manera, y en México por otro lado no hemos tenido un régimen militar desde 1946 y digan lo que digan nunca hemos padecido una dictadura de éste tipo, contrario a Colombia donde apenas hace unos años que han dejado de matarse diariamente, ahora lo hacen cada dos semanas y Brasil, que apenas en 1985 dejó de tener una dictadura militar. Estas cuestiones, aunque parezcan no tener relación con el tema, tiene otro tipo de connotaciones conductuales de una sociedad, de tal manera que mientras los mexicanos somos una raza más “mansita” por así decirlo desde los años cincuentas para acá; Sudamérica ha estado sumergida en una vorágine político-militar-socialista-guerrillera-paramilitar que bueno, mejor no me meto porque si no nunca acabo y esto ya se extendió mucho.

Ya para terminar les diré que no importa si tenemos un índice de violencia mayor o menor que el de otros Estados, la cosa es que lo tenemos y lo percibimos terrible, es como platicar con un estudiante Chileno y decirle que nuestro gobierno es fascista, seguramente nos tacharía de pendejos y nos diría en su peculiar modo de hablar “vos no mirás lo que dices, no tenés ni idea de lo que es el fascismo” y en eso tiene toda la razón, porque después de chutarse unos años de Pinochetismo como complemento alimenticio, uno no tiene más remedio que agradecerle a la vida haber nacido en México, aunque no sepamos quién es el verdadero enemigo en esta guerra sin cuartel, porque entre los narcos volando casinos y el gobierno volando guarderías (ABC) yo francamente no sé a quién apostarle...



El Chapo Guzmán, uno de los criminales más buscados en el mundo, fugado de un penal en México y declarado por la revista Forbes como uno de los cien hombres más ricos del mundo, hasta hoy, nadie sabe dónde vacaciona...

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